Lo único que sabía del pez león cuando subimos a la lancha que nos llevaría a isla Palma era lo poco que había visto en videos y leído en páginas de internet especializadas en temas biológicos.
Al archipiélago de San Bernardo llegué 45 minutos después de salir del embarcadero en el puerto de Tolú. Esperé unos instantes hasta que llegó la moderna e imponente embarcación de los guardacostas de Coveñas con el personal encargado de la actividad por la que los periodistas nos habíamos congregado. ¿Qué tan monstruoso era este pez para que convocara tanto protocolo? pensé.
Y me generó más curiosidad al conocer el nombre de la actividad: "Segunda jornada de erradicación del pez león en el Golfo de Morrosquillo".
Mi información era la misma, o menos, que la que conocían los nativos del archipiélago de San Bernardo. Al llegar a Isla Palma pregunté sobre el animalito de mis expectativas, por el que me llamaron, el que iba a conocer en unos instantes, y los nativos me respondieron: "solo sabemos que se come nuestros peces".
Tal como sucedió en principio, a mi llegada todo fueron actos protocolarios, presentaciones personales, "yo soy de tal medio", "tu del otro", e intercambio de credenciales. Observé personal de la Capitanía de Puerto de Coveñas, guardacostas de ese puerto turístico, 6 buzos de la Base de Entrenamiento de la Infantería de Marina de Coveñas -cuya inmersión se convertiría en motivo de ansiedad- estudiantes de undécimo grado de la Institución Educativa Ismael Contreras Meneses de Coveñas y biólogos y más y más gente.
"Toda esta gente por un pez", seguí pensando, aunque no lo dije de viva voz porque iba con mi jefa. ¿Qué tan peligroso es el pez león para querer erradicarlo de nuestras costas? ¿Por qué tanto despliegue de autoridades marítimas de tal magnitud para eliminar una especie como cualquier otra? ¿Cuál es el daño que ha causado en la zona como para querer sacarlo de la región?. Esas preguntas estaban por resolverse.
Depredador
En el bar del hotel de la isla nos esperaba un hombre con cara de acontecimiento. Era el biólogo José David Hernández. Comenzó explicando que el pez león es una especie exótica originaria del indopacífico que llegó al Caribe probablemente porque los liberaron de varios criaderos que existían en Estados Unidos. "Por ser una especie invasora afecta la dinámica de los ecosistemas donde llega generando un impacto negativo porque, debido a su condición depredadora y no tener depredadores naturales en la zona, el pez se reproduce con mucha facilidad y se consume los recursos que son los peces nativos", fue su discurso.
Supe la primera respuesta a mis preguntas, que la problemática que ha generado esta especie es magna porque ha tomado como caladero o hábitat las zonas de coral y las mangláricas donde existen abundantes recursos nativos, entre profundidades que oscilan entre uno y hasta 10 metros.
Más sobre el "prontuario" de este pez lo amplió el biólogo marino del Terminal de Ecopetrol Fernando Delgado. Reveló que uno de los primeros avistamientos que se hicieron de este animal en la región Caribe fue en 2008 y desde entonces se ha esparcido por toda la zona costera del país.
"El lugar más invadido es el norte de las islas de San Bernardo que son sectores de bajos coralinos y bajos arenosos", agregó.
En su madurez sexual, es decir, entre los 6 o 7 meses de edad, el pez león empieza a reproducirse cada 3 meses. En cada reproducción arroja alrededor de 2 mil huevos. Esto me dio la dimensión de cómo en tan poco tiempo su expansión haya sido desmedida, pero también, que en realidad es poco lo que se ha dicho de este gran daño.
¿Qué se hace contra esta amenaza?. "Como no tiene depredadores naturales ha sido difícil su erradicación y más fácil su propagación", me dijo Delgado.
El pez león es un carnívoro muy efectivo. Consume diariamente el 10% de su peso. Esto contrasta con su tamaño promedio, que es de aproximadamente 25 centímetros pero suele llegar hasta los 40 o más.
Ahí comprendí la angustia de los lugareños. Su temor es creciente porque un pez león puede vivir aproximadamente 15 años.
¿Qué se ha hecho hasta el momento?, pregunté. Los mecanismos de control más efectivos que han detectado las autoridades marítimas son las jornadas de caza frecuentes y eso se está haciendo en diferentes países del Caribe. Sin embargo, se está fomentando el consumo humano para así contribuir con su erradicación total en la zona. En esa afirmación coinciden los dos biólogos.
Comeremos pez león
¿Ahora deberé comerme a este pez?, me pregunté con algo de escepticismo. La explicación de Delgado fue un intento de persuasión: "La carne del pez león es nutritiva, tiene mejor sabor que muchas especies. En su hábitat tiene depredadores pero acá no, por eso hay que hacerle control activo porque también puede resultar letal cuando una persona entra en contacto con él por sus espinas y puyas que cubren su cuerpo".
No obstante, pese a que se lucha por eliminar dicho animal tan voraz del mar Caribe hay estudios en desarrollo que apuntan a que esta "plaga" también es beneficiosa.
"Se encontró que la toxina de este pez es una sustancia muy útil en terapias para control del cáncer y de enfermedades que afectan el hígado. Por eso se está haciendo investigación sobre los beneficios de la toxina de este pez", agregó el biólogo.
A pesar de eso la tarea de eliminación continúa. A cargo están buzos de la Base de Entrenamiento de Infantería de Marina de Coveñas.
Luego conocí al sargento viceprimero Carlos Alvarado. Me dio la impresión de que se ha tomado como algo personal esta tarea de eliminación del pez. "Nos cuidaremos mucho de tal manera de que nadie salga lastimado en la actividad de buceo y captura de este pez. Para el objetivo utilizaremos arpones y mayas", relató.
Él y su equipo han hecho alrededor de 20 o 30 inmersiones y en cada una han detectado grupos hasta de 10 peces león. "Cuando se detecta el primer pez león la captura demora entre 30 o 40 segundos". A renglón seguido, se lanzó al agua y en contados minutos comprobé su afirmación.
La captura
De un momento a otro, el equipo de buzos se apoderó de la lancha de los guardacostas. Improvisaron un vestier donde se pusieron encima de los camuflados militares las caretas, las pipetas de oxígeno y los chalecos. Cuando todo estaba listo el motor se encendió y la búsqueda del objetivo comenzó.
No me quedé ahí. A los periodistas nos montaron en otra embarcación con destino a un punto a 1,8 kilómetros de Isla Palma que es el sitio donde se iba a hacer la captura de la mayor cantidad posible del pez león. Navegamos de forma paralela a la lancha de Guardacostas y me apuraba a tomar el mayor número de fotos. Era como el operativo contra un "narco" y la adrenalina se apoderó del momento.
Las lanchas se detuvieron y comenzó la operación bajo el agua. Yo quería conocer rápido al especimen. El primer buzo saltó al agua y le siguieron los demás. Eran las 11:25 a. m., el sol picaba y el agua también.
Antes de sumergirse, los buzos, en círculo, escucharon las indicaciones del líder y se adentraron a las profundidades. No los vi más. Antes de comenzar a dejar que la ansiedad se apoderara de mí decidí lo mismo que los otros: disfrutar un refrigerio. Vino una que otra broma, anécdotas de la profesión, relatos de la vida marina y otras distracciones, pero la misma espera.
A la media hora, todos esperábamos ver que del agua saliera una mano levantada exhibiendo el trofeo, pero tuvimos que esperar unos instantes más. Los captores emergieron, pero lejos de las embarcaciones, entonces sí me preocupé, no podía ver tan lejos y el zoom de mi cámara no llegaba.
Un buzo se apuró a acercarse. De sus dedos colgaba el tan buscado depredador del archipiélago. Era rojo y blanco. Decenas de radios se desprendían de su aleta dorsal. Estaba con la carne viva porque fue atravesado por un arpón. Ya con la presa en la mano, era hora de volver a tierra firme.
El sargento viceprimero Alvarado capturó el pez león ("Pterois antennata") y lo llevaba en su mano. Luego, con la ayuda de un buzo nativo, capturaron dos más, uno de ellos, mucho más grande que el promedio. Comenzó la exhibición de los depredadores ante el público que aguardaba en el bar del hotel de la isla.
Luego de miles de fotos, acabó la jornada de caza. De vuelta a Tolú y cansados, la voz de Eduardo Estrada Muñoz, presidente de la Corporación de Pescadores del Golfo de Morrosquillo, (Corpagolfo), interrumpe el sopor y el ruido de las ya muy altas olas: "La tarea debe ser constante para erradicar ese problema que está sumergido en nuestras aguas".