TRAS  LAS  HUELLAS  DE  MARÍA  BARILLA 

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La semblanza de María de los Ángeles Tapias, mejor conocida como María Barilla, parece escrita con un cabo de vela diluido al ritmo de un fandango frenético. Por las aguas del río Sinú hoy deambula solo un recuerdo de aquella mítica bailadora que se convirtió en la representación humana del porro. Esa leyenda inmortal se confunde con la espesa vegetación ribereña y con el sonido tranquilizador de las aves que se ocultan cuando la noche se apodera del día.

A la ‘Mayo’ la marcó un destino novelesco lleno de ritmo y sabor, amenizado por el realismo mágico. Desde su niñez, en su natal Ciénaga de Oro, donde nació en el barrio La Vuelta Abajo cuando corría el año 1887, acompañaba a su mamá, Evangelina Tapias, a los velorios bailables donde esta vendía café con leche y galletas criollas, según narra el periodista orense Alcides Avilés Yánez.

“En el ritual fúnebre tocaban las bandas, y a María la echaban a dormir bajo la mesa donde su mamá exhibía los productos”, cuenta Avilés.

Las canciones de cuna que arrullaban a aquella niña de 8 años, eran porros y fandangos.

Entre dormida y despierta, acostada sobre sacos y sábanas en el suelo, veía bailar a los asistentes y escuchaba las más hermosas piezas marcadas por el alegre clarinete.

Sonreía y se alegraba más cuando algún ‘blanco’ --los ricos de aquella época--, la sacaban a bailar. “Ella movía las caderas como una diosa, y a cambio recibía plata pero sin mala intención”, dice Avilés.

Aunque nació en la tierra del casabe su juventud la desarrolló en una finca de Montería, cuando su progenitora decidió irse de Ciénaga de Oro porque la vida se le puso difícil.

Para María no existía un solo sitio, toda vez que viajaba por varios pueblos de la Costa invitada apenas por el sonido de una banda. De allí que sus biógrafos digan que bailaba perfectamente el porro.

Lelis Movilla Bello, un escritor de Chochó (Sucre), todas las tardes se apostaba en el mercado de Montería, en la avenida primera, a conversar con reconocidas bailadoras de fandango, entre ellas Agustina y María Medrano, al igual que Francisca Feria.

Ellas conocieron a María de los Ángeles porque eran compañeras de faena de baile hasta el amanecer. Lo que recogió lo consignó en su libro María Barilla, sol de medianoche.

El investigador afirma que la mamá de María, Evangelina Tapias, nunca quiso revelar quién era el padre de la legendaria bailadora, ese secreto se lo llevó a la tumba.

Igualmente comenta que el ambiente de fiesta, música y jolgorio en el que se desenvolvía María, hizo que la gente la llamara de formas indecorosas, incluso prostituta.

A ella parecía no importarle porque nunca dejó de mover sus caderas y hombros al claro de la luz diáfana de la luna de medianoche mientras sonaba la banda.

“Alternaba su eterna pasión por el baile con el trabajo doméstico”, afirmó Movilla.

Epicentro de investigación. El fallecido filósofo y escritor barranquillero Orlando Fals Borda también siguió los pasos de la ‘diosa del porro’, como era llamada.

“Realmente era una leyenda, una diosa que se pensaba que no había existido. Encontré un ser humano fecundo y ejemplar, y cuando escarbé y descubrí la historia que va detrás, se humanizó esa leyenda”, contó Fals en una entrevista.

De acuerdo con la investigación de Fals Borda, María y su mamá se emplearon en la casa de una familia muy distinguida en Montería, los Berrocal. María creció en esa casa lavando y planchando, dice el filósofo que ese fue su oficio.

‘‘Cuando adquirió la edad de la madurez impuso un estilo de baile, un estilo que es el que ha persistido en el porro bailado y en el porro cantado, porque tiene que ver con el vestido, con el garbo con el que se toma la falda, la manera de dar el paso, todos estos detalles la llevaron a ella a ser el símbolo de la cultura musical del Sinú. Esa manera de bailar fue tan inolvidable que los músicos se encendían cuando ella llegaba a bailar. Llegaba María y eso se prendía’’, contó Fals en una sustentación de su libro La historia doble de la Costa.

Cuadro en su honor. Y es que no solo se ha hablado sobre ella con letras, sino con pintura, ya que el artista cereteano Wilfredo Ortega le puso un rostro sobre lienzo, gracias a testimonios de los campesinos que dijeron conocerla. Ese retrato es el único que se conoce de la diosa sinuana que dejó huellas de sus pies descalzos en el suelo cordobés.

Más allá de su majestuosidad en la rueda del ritual llamado fandango, la vida personal de María de los Ángeles se vio marcada por su primer amor: Perico Barilla.

De este hombre, según el escritor Movilla, la bailadora adoptó el apellido que la acompaña en la posteridad. El sucreño cuenta que Perico era un individuo que tenía el estatus y brío del hombre cordobés, aunque era de estatura mediana.

Su aspecto fornido lo desarrolló en las largas faenas de vaquería a la cual se dedicaba a mucha honra. Su personalidad machista quizás fue el motivo principal para que decidiera abandonar a su mujer.

“Él quería un hijo y María se lo engendró, pero cuando el embarazo estaba forjado perdió la criatura por un aborto accidental”, afirmó Movilla y eso lo confirma la leyenda. El historiador comenta que vivieron en la calle 35 con carreras 1 y 2, en Montería, a pocos metros del río Sinú.

Lelis asevera que un día Perico Barilla salió para nunca más volver. María lo vio volverse pequeño por la carretera mientras él se alejaba. Prometió regresar, pero nunca lo hizo.

En la mente de María de seguro redoblaban los platillos mientras juró con un puñado de tierra en las manos, que siempre lo iba a esperar, y que para que nada los separara lo llevaría atado a ella por medio del apellido. En ese sublime instante murió María de los Ángeles Tapias, y nació María Barilla.

La vida de la fandanguera María Barilla puede definirse con un lamento cantado, o como dirían sus conocedores, 'bailado'. Su existencia, además de estar lineada por el baile, también lo estuvo por las causas sociales que la hicieron más popular entre la sociedad monteriana de los siglos XIX y XX. En esa época no solo era conocida como fandanguera sino como activista social. Desempeñaba varios roles: de empleada doméstica, de madre, de mujer y de campesina luchadora.

Luego de ser abandonada por su primer marido, Perico Barilla, María se unió con el cereteano Antonio Fuentes, con quien concibió su único hijo conocido, Francisco, la noche del 31 de diciembre de 1912, según referencia Orlando Fals Borda, en su libro La Historia doble de la Costa.

Activista social
El nombre de María Barilla también estuvo ligado con el del dirigente sindical Vicente Ádamo y con el de la campesina Juana Julia Guzmán, con quien, al parecer, fue precursora del movimiento feminista en Montería. Además, dicen, se dedicaba también a la enfermería. De estos aspectos de la Mayo no se tienen registros, o por lo menos los dos historiadores consultados por este medio no se atreven a asegurarlo porque no encontraron pruebas de ello.

"Lo más importante fue María Barilla como bailadora. Se tiene entendido que solo fue una campesina que hasta estaba 'llevá'", dijo el periodista oriundo de Ciénaga de Oro, Alcides Avilés Yánez. 

Por su parte el historiador sucreño Lelis Movilla Bello aseguró que eludió ese tema en su libro María Barilla, sol de medianoche, porque no tiene registro alguno que ella había participado en algún proceso revolucionario. "María Barilla no podía ser revolucionaria porque su centro de trabajo era la élite monteriana", dijo Movilla.

El maestro Miguel Emiro Naranjo, director de la Banda 19 de Marzo de Laguneta, dijo que María Barilla tenía un rasgo social muy especial: se mudaba para las casas en donde había un enfermo. Subrayó que era cooperante y solidaria.

Sin embargo, Leonardo Gómez Jattin, autor de la obra de teatro musical La leyenda de María Barilla contó en una presentación que "El aporte de la mujer en ese momento (época de María Barilla) es muy importante y estaba ocurriendo en varias regiones. Hay muchos elementos y guiños que hago a mujeres luchadoras contemporáneas. Por ejemplo, Gilma Gómez, una mujer que en los años 70, en Mocarí (Montería), luchaba por los derechos de las mujeres. De hecho, inicialmente María Barilla es sólo María Barilla, pero en la medida en que va avanzando la historia se convierte en muchas mujeres con ese perfil de luchadoras sociales". Y agrega: estamos frente a la historia de una mujer que tiene conflictos y presiones que viven hoy muchos campesinos de la región.

Precisamente Alonso Sánchez Baute, en una columna para EL Heraldo, subrayó que llama la atención que en una región tan machista y conservadora, ávida de toros y de vaquería, se arraigue tan fuertemente una mitología cultural en cabeza de mujeres revolucionarias en cuanto a liberadas, divertidas e, incluso, libertinas.

Así mismo, respecto al tema de la María Barilla con rol activista, el poeta Alexis Zapata Meza compuso una poesía sobre la diosa fandanguera:

No fue serpiente la que nos dio el pasaporte, para descifrar la cerrazón del infierno, ni fue tigre ni fue caimán, fuiste tú María Barilla, la que se atrevió a enfrentar nuestro silencio. (…) ¡Oh, María Barilla! ¡Oh, María Barilla! Fue en la hora en que le negaron al Sinú el perdón, que la tierra tuvo que parirte, para que tu cuerpo nos pudiera revivir.

La muerte de la fandanguera
Pero la noche de fandango no es eterna. Las velas se acaban, la banda se cansa y deja de sonar cuando la alborada empieza. Así también llegó el final de María Barilla, le tocó cumplir su cita con la eternidad y despedirse de la rueda del jolgorio.

El fallecido maestro orense Pablo Flórez fue uno de los músicos que más escarbó en la historia de María Barilla, más que todo sobre sus últimos días. Una muestra son sus dos piezas magistrales El dolor de María y La muerte de María Barilla, temas donde relata el ocaso de la vida terrenal de la dama sinuana. En el dolor de María Pablo Flórez relata: se murió solita, sin ningún consuelo, sus huellas bonitas se tragó este suelo.

Igualmente en La muerte de María Barilla parafrasea unas notas impregnadas de sentimiento: Bailaba como una pluma / en un remolino de notas / maldita flaca montuna / la muerte fue tu derrota ¡ay, hombe!.

María Barilla dio la vida por el jolgorio, por la música. Nadie se atreve a afirmar que el fandango la mató, pero sí el descuido por su propia salud fue lo que la condujo a la muerte. Sus biógrafos coinciden en afirmar que un cuadro de tuberculosis le impidió mover los pies y las manos para izar las velas en el fandango, que era como su patria.

Alcides Avilés relata que la mayo se sofocaba en el ruedo y se calentaba bastante las manos con la esperma. Cuando regresaba a la casa se acostaba sobre sacos en el piso pelado, lo que provocó que se volviera tísica, dice el comunicador.

Entre tanto Movilla cuenta que ella de día planchaba y de noche se iba para las fiestas, en donde bailaba sin cansarse como si fuera un cuerpo glorioso rodeado de luz y musica divina, y cuando volvía a su vivienda se bañaba. "A María la atendieron los mejores médicos pero finalmente murió", aseveró.

Cosa similar cuenta Orlando Fals en su libro sobre la bailadora, en el que afirma que "De día planchaba y se calentaba sus manos y su cuerpo y de noche bailaba al pie del río en los playones y ese cambio de clima la fue minando.

''Ella se fue enfermando hasta que desarrolló tuberculosis y con esos escalofríos ya no volvía a ponerse la rosca en la cabeza porque se le caía la taza de café. Murió en la piecita que había tomado en arriendo en la calle 34 con carrera 5 en Montería, en julio de 1940", dijo Fals.

Cuentan que como buena bailadora y amante del porro pidió que la banda amenizara su entierro pero, según Fals, esta no pudo tocar porque el director estaba enfermo. "Pero sí tocaron en el velorio", afirmó.

Quizás porque no le cumplieron esa promesa fue que muchos aseguraron haberla visto, después de muerta, moviéndose entre la multitud cual presencia fantasmal, negándose a salir del círculo bullicioso del fandango, en el que estuvo confinada toda su existencia.

De las vivencias de la gente de la Costa y sus bellas historias parece que siempre nace una canción. Los cuadros de esos vivos relatos son pintados con una majestuosidad musical que trasciende todo tipo de fronteras. Sin duda, el porro conocido como María Barilla es una de esas histriónicas melodías que cuando germinan no desaparecen, siempre asoman en una verbena, un fandango o en el recuerdo infalible de la mente del buen costeño. La popularidad de esa pieza va más allá de una simple partitura, al punto de ser considerada el segundo himno del departamento de Córdoba, estatus inquebrantable que habla por sí solo.

El porro María Barilla es un porro palitiao, dice muy segura Aglaé Caraballo. Agrega que es una pieza musical muy antigua que los músicos de banda tocaban en los fandangos al finalizar las fiestas patronales de los pueblos, cuando en algunos de ellos –por no decir todos-- participaba la emblemática María Barilla. “Ella solía pedir esta pieza ‘Toquen mi porro muchachos’, a lo que los músicos respondían, ‘toquemos el porro de María Barilla’, no porque se llamara así sino porque a ella le gustaba”, dijo la artista conocida como la Reina del porro.

El tema musical alcanzó dicha trascendencia por la importancia de la actuación de ‘la Mayo’ en la cultura cordobesa, para la cual fue y sigue siendo un ícono. “Fue una mujer que logró constituirse en la leyenda viva del alma fandanguera por reunir la identidad de un pueblo, y dada nuestra maravillosa tradición oral se ubicó en un estandarte de la cultura Caribe colombiana, como referente de la alegría, coquetería y elegancia de la mujer cordobesa”, aseguró la cantante.

El periodista orense Alcides Avilés Yánez afirma tener la verdadera partitura del porro María Barilla, el cual, dice, fue compuesto por Alejandro Ramírez Ayazo.

Ante esto el docente investigador e historiador William Fortich Díaz, asegura que “cuando en Ciénaga de Oro alguien dijo encontrar las partituras originales de esa melodía, no es por la veracidad de tal presunto hallazgo, es que se sabe que esta obra es un tesoro y se han intentado fórmulas para arrancarlas de San Pelayo y trasladarla a Corozal, San Marcos y otros pueblos del Caribe (…) pero las averiguaciones y las pruebas recaudadas tanto por vía documental como tradición oral, nos dicen que nació en San Pelayo”.

Anécdotas
Orlando Fals Borda anota en su libro La Historia doble de la Costa que el porro -hoy llamado María Barilla- comienza con un florilegio de trompetas (sin los cuatro y ocho compases iniciales del danzón cubano que (Alejandro) Ramírez intentó añadirle infructuosamente). Según Fals, este porro era el que ella prefería sobre todos los otros.

Sobre su preferencia existe una anécdota que el sociólogo e historiador barranquillero también incluye en su obra literaria: “Cuando el enamoradizo bailarín Paternina le preguntó una vez en el año 1918 ‘¿María qué quieres de mí?’ ella le respondió: ‘Toca mi porro, el que me gusta’. Y reseña que así quedó bautizado ese tema, con su nombre”.

Otra de las anécdotas que existe, llena del realismo mágico de la Costa, es que el campeón mundial de boxeo Miguel ‘Happy’ Lora, antes de una pelea en Miami en 1985, escuchó el porro María Barilla por los altavoces y noqueó a su contendor ganando así el título internacional del peso Gallo, gracias a la fuerza que le imprimió la cadencia de la melodía.

Para el maestro Miguel Emiro Naranjo el porro María Barilla es el máximo tema musical y danza del porro y fandango que ha traspasado fronteras.

“Mi abuela María Acosta Sáenz me hablaba de ella. María Barilla era hija de la señora Evangelina Tapias. Era delgada y morena, de ojos vivaces, cabello largo, en su mata de pelo dejaba caer una trenza”, contó Miguel Emiro Naranjo.

Agregó que era una mujer alegre, decente, que sus corpiños temblaban en la rueda del fandango. Sus movimientos eran embrujadores. No fue mujer de músicos ni de ganaderos, y menos de borrachos. Era una dama. No era una prostituta. Dice que solía cambiarse de ropa mientras bailaba en la rueda del fandango.

La agrupación femenina Fascinación Caribe le puso letra y voz a esa reconocida melodía. De ese tema, llamado María Barilla, existe un video musical rodado en Montería. (Ver recuadro de la letra).

A estos datos que enriquecen la novelesca historia de ‘la Mayo’ se le suma la disputa que existe por la primera letra del apellido Barilla, toda vez que muchos afirman que se escribe con V y otros –que son muchos más- que es con B.

“Prefiero escribirla con V y no con B, porque desde niño en Ciénaga de Oro, siempre escuché que era la mujer que mejor bailaba el porro en todo el Sinú, con su cuerpo erguido como una varilla, 33 días seguidos, y una resistencia deslumbrante y una sensualidad perturbadora”, dijo el periodista y escritor Germán Mendoza.

Igualmente Alonso Sánchez Baute, en una columna para El Heraldo, anotó que al redactar el artículo escribió el apellido con B al dejarse guiar por los relatos de varios historiadores que le hablaron sobre la heroína sinuana.

“Todo esto contribuye a nutrir un mito del que, igual que ocurre con Francisco el hombre, cada quien cree en su propia versión. ¿Quién fue realmente esta bailadora de quien incluso algunos sostienen que se batió en franco duelo fandanguero con la sucreña Hipólita Bertel?”, sostuvo Sánchez en su columna.

Mito o realidad María Barilla dejó de existir, pero su porro no ha dejado de sonar.

 

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