‘LA LENGUA ZENÚ NO SE PERDIÓ, SE DEJÓ DE HABLAR’

Las memorias prodigiosas y las mentes llenas de historias y relatos vivos de los integrantes de una cultura como la zenú aún conservan en sus recuerdos, para algunos lejanos y para otros muy cercanos, cómo se teje una verdadera familia unida no solo por la raza sino también por la lengua.

No es precisamente recibir el nombre lo que acredita a una persona como indígena, sino, como lo afirma el maestro José Perilla "el verdadero indígena es el que sabe hablar la lengua". 

Con esa afirmación comenzó hace más de 8 años una tarea titánica que hoy día, con complacencia, ve que ha valido la pena: preservar la lengua zenú.

Desde tiempos remotos, cuando el hombre decidió asumir la experiencia de sobrevivir y cazar para comer la comunicación ha estado con él de día y de noche.

Las ganas de ver a su pueblo unido con esa comunicación, pero con su lengua original, impulsaron al maestro, con marcador en mano y teniendo como soporte un tablero acrílico, a escribir detalladamente cada una de las palabras que conforman el amplio diccionario zenú.

"Yiimorii". Quizás este término es irreconocible en nuestro entorno. Puede sonar hasta como una grosería, pero para los indígenas zenúes y principalmente, para José Perilla Contreras, esa palabra es más común de lo que se cree ya que significa profesor, que es su labor.

Él utiliza la mayor parte de su tiempo para enseñar, o como él mismo dice, retransmitir cada uno de los fonemas zenúes a las personas interesadas en que su lengua ancestral no se pierda.

Los zenúes aún son indios, conservan elementos culturales y ejercitan otros que proceden de la interacción con las culturas que los circundan e influyen.

La memoria juega un papel protagónico en su desempeño, ya que claras y concisas van apareciendo unas tras otras las palabras que señalan los objetos de una casa o el nombre de los animales y el de las personas, pero en la lengua nativa.

La visita de una funcionaria del Ministerio de Cultura a la Biblioteca Departamental fue clave para comenzar el proceso. En esa reunión se acordó la matriz de la idea.

Desde allí empezaron a desarrollar talleres de enseñanza de la lengua zenú dirigidos a los capitanes indígenas, que reciben el nombre de tutores, para que estos retransmitan los conocimientos a los integrantes de los cabildos. 

Esto tiene un solo objetivo: rescatar y preservar la lengua zenú por medio de la escritura y la lectura y con el apoyo del Ministerio de Cultura en el marco de su Plan Decenal y el Fondo Mixto de Cultura de Sucre.

Cada pronunciación de una palabra zenú en la boca de los educandos es un granito de arena que se suma al reto de lograr que la lengua zenú no desaparezca, ya que es una de las principales características de la etnia.

"Muchas veces los indígenas han sido utilizados por no haber preservado sus saberes ancestrales. Por eso aparecen problemas que afectan la tribu como el tráfico de influencias. El verdadero indígena es el que sabe hablar la lengua" afirma tajantemente el profesor Perilla. Gracias a ello aparecen los beneficios del reconocimiento.

De esta tarea hay mucho por contar. Los trabajos efectuados en el cabildo de Bellavista, en Sampués, y en la zona norte de Sincelejo dan muestra del interés de la raza por redescubrir su pasado y mantener firme la tradición oral como herramienta básica para mantenerse en el lugar que sus ancestros tanto defendían.

Al igual que ellos, más de 34 cabildos existentes en Sucre y Córdoba, en municipios como El Roble, Corozal y Ovejas, también son partícipes de la operación de preservación.

Tan solo en Sincelejo hay más de 180 personas beneficiándose de los conocimientos. En los dos departamentos hay 21 profesores impartiendo los saberes lingüísticos y todos son coordinados por el maestro Perilla.

Él también dicta cátedras de lengua zenú en la Universidad Autónoma Indígena Intercultural de Colombia (UAIICO), con sede en Montería, a profesionales en diferentes disciplinas interesados en la preservación de la lengua nativa. 

"Ya no nos da miedo enseñar a pesar de que hay personas, incluso indígenas, interesadas en que esta actividad no se realice" afirma Perilla.

El profesor define esta labor como importante porque con la lengua zenú se recupera la armonía con la naturaleza y la paz. Los zenúes podrán hablar entre ellos con su propias palabras. Con esto se logra más autonomía y más unión entre la población.

Como coincidencias de la vida, José Perilla nació un 21 de febrero, el día internacional de las lenguas nativas, ahora no le suena extraño el por qué de su interés en rescatar su dialecto.

"La lengua zenú no se perdió, se dejó de hablar". Esa afirmación del profesor es el soporte para continuar con la labor.

En un atardecer en el campo se escucha a lo lejos palabras como xupeeg, ruñu, oryoxii, leeguxu, hiiopii, uau, hu, uñijupu, chuii o ruyii. 

Basta con acercarse a la pequeña reunión conformada por señores, jóvenes y niños, que con cuaderno y lápiz en mano y a la sombra de un frondoso árbol están atentos a cada pronunciación de esas palabras que en su orden se traducen en español a jardín, sala, espejo, tinaja, comedor, agua, cama, almohada y sapo. 

Entonan y vocalizan. Luego, cada palabra va fluyendo hasta adaptarse a la boca de su pronunciante. Un refresco con chicha o masato y la clase continúa.

Mitos, leyendas, creencias como los chimpines y mohanes, encantos, aparatos, niños en cruz y ánimas son retransmitidos por la tradición oral, de allí la importancia del rescate de la lengua nativa zenú.

Para José Perilla es gratificante observar que los niños se interesan en aprender la lengua zenú, ya que ellos absorben los conocimientos y a medida que van creciendo los retransmiten. Es una buena estrategia para que generaciones futuras conozcan cada una de las tradiciones de la tribu y, mejor aún, las conserven.

Los programas de etnoeducación del Estado han sido importantes. Uno de los pasos que más han visto como valiosos que se ha dado es que el Gobierno nacional haya certificado a la lengua zenú como una de las lenguas representativas de Colombia.

El fenómeno de la urbanización ha marcado a los indígenas. Los tiempos han cambiado, pero la percepción de los antepasados y la manera de afrontar el futuro sin perder la identidad es clave para mantener viva, día tras día, una cultura que ha sido grande desde que el primer pie zenú pisó los valles del Sinú y el San Jorge.

Es el dialecto innato de una cultura que se niega a desaparecer y que, por el contrario, cada día se arraiga más en su interés por traer al presente lo mejor de su pasado.

La promesa a sí mismo y a varios caciques, muchos de ellos asesinados en la defensa de sus derechos, mantiene en firme al maestro Perilla. Un pacto con los dioses, sellado con la sangre y la sabiduría, lo tiene siempre en pie. Y la tarea continúa.

 

NAFER DÍAZ MADERA, EL PINTOR DETRÁS DE CALIXTO OCHOA

"Esta obra me retrae a la infancia. Esta retrospección refresca anécdotas de mis viejos. Son calabacitos, inocencia de remangue, reinas copiosas en un espacio infinito donde Calixto refulge colosal cual genio de la invención plástica sonora de la identidad del Caribe colombiano".

Este es el mensaje que el pintor Náfer Díaz Madera estampó detrás del cuadro que pintó en honor al cantautor Calixto Ochoa y que le entregó en sus propias manos en su casa en el barrio La Terraza, de Sincelejo.

En la tinta roja de las letras y en la combinación perfecta de los colores que componen la pintura está inmerso todo el aprecio que el pintor, oriundo de El Carito, corregimiento de Lorica (Córdoba), siente hacia el artista que le ha aportado tanto al folclor colombiano.

El cuadro permite leer toda una afición y una pasión que va más allá de escuchar las canciones Los sabanales, Playas marinas y El ascensor, como cualquier aficionado.

Náfer se confiesa eterno admirador de Calixto Ochoa. El hiperreralismo, su especialidad, le ha permitido expresar y demostrar tal admiración.

En una de sus correrías Calixto llegó a El Carito y el fino oído de Náfer supo percibir claramente toda la grandeza de un maestro que inmortalizó la cultura de un pueblo. El amor de Náfer por las cosas autóctonas de la Costa colombiana influyó en gran medida para que se enamorara más de la obra de Ochoa.

"Los homenajes que le he hecho a Calixto Ochoa con mis cuadros son más que merecidos. Es una manera de decirle gracias por todos esos temas y tantas emociones que nos hace vivir", dijo Náfer.

Son cinco cuadros los que ha elaborado inspirado en el cantautor y en sus canciones. El último tuvo como inspiración el tema La reina del espacio.

"En esta obra armé un universo donde nuestro ídolo luce joven y en un lado está la protagonista de la canción: la reina. También están los ángeles que acompañan la escena romántica y tierna", explicó Díaz.

Fragmento de La reina del espacio: Y en la luna te mirabas/, ella te daba su luz/, también el sol recalentaba/, los angelitos te tapaban de lo bonita que eras tú/.

Náfer se transporta envuelto en la música y con el pincel va trazando cada pensamiento que le conmueve. En un futuro habrá construido un compendio de obras de arte inspiradas en una magna obra y en la vida de un extraordinario personaje que ha conmovido a Náfer y a miles de generaciones en el mundo con su gran capacidad musical. 

Calixto Ochoa Ocampo nació en Valencia de Jesús (Cesar) el 14 de agosto de 1934. Recorriendo los pueblos de la región Caribe llegó a Sincelejo, donde reside actualmente.

Se coronó rey en el Festival de la Leyenda Vallenata de 1970 con los temas El gavilán castigador y La puya regional.

Fue integrante de la legendaria agrupación Los Corraleros de Majagual, además de otras como Calixto Ochoa y su Grupo y Calixto Ochoa y los Papaupas.

Por Ernesto Benavides Sierra

 

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